jueves, 10 de enero de 2013

Revolviendo la escritura


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 Un Premio Nacional de Literatura también logra reconocer al mejor periodismo. Así lo creo en el caso de Leonardo Padura Fuentes (La Habana, 1955), quien en febrero recibirá el lauro luego de hacerse público a fines de 2012.

Ya era hora de que se entregara la distinción a uno de los autores contemporáneos (si no: el autor contemporáneo) más influyentes del momento. Porque quizá Padura sea de los escritores en activo el que mejor comercializa su obra y quien más influye en cientos de lectores desde que dio a conocer aquel personaje de Mario Conde.

Luego de una racha del éxito incuestionable que le llegó con la publicación de la vibrante novela El hombre que amaba a los perros, Padura se ha convertido en un autor verdaderamente buscado. Cuando asiste a las ferias del libro su presencia se convierte en suceso multitudinario. Fotos y autógrafos. Sus comentarios sobre la realidad cubana a medios de prensa alternativos constituyen valioso juicios dignos de escuchar.

Pero ninguna de sus novelas, comenzando por aquella célebre tetralogía de las cuatro estaciones, sería lo mismo si Padura no hubiera afilado el lenguaje y las artimañas del investigador en el oficio de los periódicos, pues aunque graduado de la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana, se incorporó al diario Juventud Rebelde a principio de los ochenta para protagonizar allí, junto a otro grupo de talentosos colegas, un período dorado del periodismo cubano.

La experiencia le sirvió para publicar en 1994 una antología de reportajes titulada El viaje más largo. Era su relación con un oficio que nunca ha dejado, y si de ello no se conoce más es porque precisamente su estilo está anclado en la mejor tradición, esa que encuentra en el periodismo un espacio para la reflexión y el enriquecimiento intelectual.

Por la breve experiencia que poseo como lector de Padura, creo que este deja rastros del periodista que ha sido en cada una de sus historias, en todas, estén ambientadas donde estén, lejos o cerca, no importa. Siempre, en el fondo, se advierte el compromiso con un oficio serio que, como se sabe, pasa por sus altas y sus bajas. Mas, lo que subrayo con este Premio Nacional, ahora, son dos aspectos de relevancia: 1) Se premia otra vez junto a la literatura a quien ha ejercido el periodismo con dignidad y 2) Le llegó el premio al fin a un hombre en pleno apogeo productivo. ¡Eso sí que es noticia, caramba!/ Leandro Estupiñán

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