Así surgió la idea de construir el museo de Chorro de Maíta, en cuyo empeño dedicó el arqueólogo todos sus esfuerzos luego de culminadas las excavaciones.
Para los visitantes resulta increíble encontrarse justo encima del recinto sepulcral de 2 mil metros cuadrados, donde se respetaron la forma, el lugar y la profundidad en la que fueron detectados los restos. Asimismo, se exponen objetos como vasijas, adornos, fragmentos de latón y cascabeles españoles, evidencia de la transculturación que se desarrollaba durantre el período. Entre ellos destaca una joya única en Cuba. Se trata de un collar confeccionado con coral rosado, cuarzo, perlas, doradas cuentas bicéfalas y una cabeza de ave tallada igualmente en oro a la que llamaban Inrirri en la mitología aruaca.
Pueden apreciarse también los distintos tipos de enterramiento, sus características, las posiciones flexadas de algunos cuerpos, las deformaciones craneanas, así como las pertenencias de algunos de los cuerpos encontrados.
“El museo funge, además de transmisor de cultura y portador de objetos históricos, como protector del sitio arqueológico que lo rodea, pues aunque la población conoce por tradición acerca de estos temas, intentamos que no excaven por su cuenta para que no dañen los objetos, además de que donen lo que encuentren”, explicó Teresa Zaldívar, directora del museo.
Asimismo, Teresa Zaldívar explicó cómo desarrollan actividades educativas con los niños de la zona, relacionándolos con especialistas en arqueologías, grupos espeleológicos, geográfos y biólogos, con el fin de incentivarlos a estudiar estas disciplinas. / Liudmila Peña Herrera
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