viernes, 21 de octubre de 2011

El bolero: síntesis vocal de la música cubana


Por Gloria Parra Barceló

Son Muchos los que manifiestan que el bolero es como un personaje de ficción, donde se crea una trama y se inventa una biografía con credibilidad. Otros plantean que fue un aire musical muy popular en España y en Cuba en el siglo pasado.

Sin embargo, Helio Orovio en su diccionario de la música cubana plantea que el cubano proviene de la vieja trova santiaguera, con Pepe Sánchez como iniciador y Sindo Garay como baluarte principal.

La tradicional trova, iniciadora de aquel primer bolero, se extendía a las peñas y solo quedó como última trinchera en el medio radial la llamada “trova intermedia”, cuyo principal impulsor fue Vicente González Rubiera.

En los años treinta nos llega desde tierras mexicanas un bolero algo diferente que a su vez influirá sobre los compositores cubanos.

Argeliers León en su libro Del canto y el tiempo advirtió que la palabra bolero quizá se utilizó para designar un nuevo estilo acompañante que era, a nuestros oídos, como el bolero español lo fue al resto del folklore hispánico sembrado en estas tierras.

Algunos especialistas plantean que como fenómeno típicamente internacional, su origen está aquí y su epicentro en el Caribe. Dándole a este una extensión que sobrepasa la acepción puramente geográfica o política, étnica o lingüística.

Hoy se interpretan como boleros muchas piezas que iniciaron su trayectoria como canciones líricas: así “Muñequita linda” (o “Te quiero dijiste”) de María Grever, cuyos primeros intérpretes de renombre fueron el tenor mexicano José Mojica y el barítono colombiano Carlos Ramírez.

Si bien los mayores creadores de este género son caribeños, otros países han aportado autores de primera y sobre todo grandes intérpretes.

El gran Carlos Gardel, encarnación misma del tango, grabó dos boleros en Nueva York, con la orquesta del cubano Don Aspiazu. También le tocaría luego su turno a Chile, con Mona Bell, el dúo Sonia y Miriam y Lucho Gatica, ese insólito fenómeno de los años cincuenta.

También en el Brasil, son innumerables los autores que han incursionado en el bolero, aunque en parte el idioma, y también ciertos acentos ritmáticos, le dan su inevitable sabor a bossa nova, sin contar con la canción tradicional brasileña.

Una estructura dramática lo acompañan al igual que en cualquier obra cantada, texto poético o pieza musical, porque es un texto que narra una historia o anécdota, describe un ambiente o atmósfera y sin duda, posee una dramaturgia. Esa historia puede ser muy diversa y oscila entre la fábula y el melodrama.

Este género siempre vivo se pone de pláceme en la Isla cada año, tomando por asalto las más disímiles pistas y escenarios, para hacer las delicias de sus eternos románticos seguidores de siempre. Cantando a la vida, al amor con sus altas y bajas, a los más nobles sentimientos, figuras nacionales e internacionales ofrecen su maestría bolerística dentro del marco del Festival Internacional Boleros de Oro.

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